El Rito de la Menopausia por Miranda Gray



La menopausia, como la primera menstruación, es un cambio dramático en su expresión física y percepción mental, y tiene que ser reconocida como tal.
La creciente irregularidad del ciclo menstrual marca su inicio, y el modo en que afecta a las mujeres puede diferir mucho entre un caso y otro; pero lo cierto es que la mujer que ha tomado plena conciencia de las fases que ha atravesado a lo largo de su vida menstrual podrá aceptar con mucha más facilidad los síntomas y el significado de la menopausia que aquella que desconoce su verdadera naturaleza. Para quien conoce plenamente su condición, los ciclos erráticos son los últimos “dones” con los que contará antes que sus ritmos cesen por completo y su percepción y energías cíclicas finalicen. Como si fuese una niña, la mujer posmenopáusica centra todas sus energías creativas en una sola dirección, pero mientras la orientación infantil es externa, la de esta mujer se dirige hacia su propio interior; si las energías de la niña son lineales y las de la mujer menstrual cíclicas, las de la mujer posmenopáusica pueden considerarse un “punto de origen” o “fuente”.
La vida menstrual femenina es una serie de descensos al mundo interior que se producen durante la menstruación y tienen por finalidad renovar las energías creativas y devolverlas al mundo exterior; la mujer menopáusica también desciende hacia su oscuridad interior, pero a veces el flujo de sangre no aparece y ella no consigue regresar renovada a su fase joven; poco a poco esa transformación desaparece por completo y la mujer ya no sale de su fase de introspección. A diferencia de lo que sucede cuando aún experimenta la menstruación, sus energías no se manifiestan en el mundo exterior sino que toman forma en su mundo interior, y su percepción deja de ser cíclica para convertirse en un equilibrio entre los mundos externo e interno.
Desde esta beneficiosa posición de constante conciencia acerca de ambos mundos, la mujer posmenopáusica es por propia naturaleza sacerdotisa, chamana, sanadora y vidente, pues cuenta con la ventaja de poder acceder continuamente a aquella dimensión interior de la vida a la que sólo llegaba una vez al mes durante su faceta de mujer menstrual. Por ello el conocimiento y la claridad interior propios de la anciana eran ampliamente reconocidos en las culturas del pasado, donde se le veneraba como consejera, guía y representante de la tradición, además de cómo vínculo entre el mundo espiritual o ancestral y la comunidad.
En las leyendas del Grial, la anciana Igraine –madre del Rey Arturo- decide retirarse de la corte para refugiarse en el otro mundo y dirigir desde allí el Castillo de las Doncellas; aunque ha dejado de actuar en la corte terrenal, ejerce su influencia sobre ella y la guía desde el más allá, y se le considera poseedora de la tradición femenina y tejedora del destino de su hijo. Al igual que la mujer posmenopáusica, Igraine reside en el mundo interior, desde donde percibe el mundo exterior y establece una relación de mutua influencia con él pero desde otra perspectiva; no se le describe como una mujer débil, deteriorada y frágil, sino como una persona fuerte y poderosa.
Como reina del Castillo de las Doncellas, el símbolo de Igraine refleja la enseñanza que la mujer posmenopáusica tiene que impartir a la joven, y en particular a la niña que ha comenzado a menstruar. En el ritual de la primera menstruación la mujer de edad encarna aquella dimensión interior presente en todas las fases del ciclo menstrual; su percepción no se limita a la fase de sus ciclos menstruales: ella está presente en todas las fases y dentro de cada una de ellas; encarna la totalidad del ciclo. Cuenta con la experiencia de su pasado menstrual y tiene la capacidad de ponerse en contacto con el futuro, así que en sus enseñanzas puede hacer referencia tanto a la muerte como a la naturaleza cíclica de la vida. Ella es la fase del ciclo y la sangre de la menstruación, pues retiene sus propias energías menstruales así como su sangre; de hecho, en Blancanieves y la Bella durmiente quien da inicio a la menstruación es una anciana, ya que en estas historias ella encarna la primera sangre que se derrama.
La mujer posmenopáusica tiene la capacidad de ofrecer a sus hijos su conocimiento y experiencia acerca del mundo interior, la divina fuente creativa y la espiral del linaje; también ama y cuida, pero esta vez superando el rol de mujer que nutre y alimenta: en esta etapa tiene la misión de iniciar a otras mujeres a la conciencia espiritual. Incluso en la sociedad moderna, tan materialista, esta dimensión espiritual interior se refleja en la gran cantidad de ancianas que forman congregaciones espirituales y religiosas. La mujer posmenopáusica es una activa guía espiritual e iniciadora, y en consecuencia todas las mujeres premenopáusicas son sus hijas y las posmenopáusicas sus hermanas.
El ritual de transición de la menopausia marca la aceptación de que la antigua percepción cíclica de la mujer ha muerto, el despertar al mundo interior femenino, y el último descenso hacia la oscuridad que hará posible que la mujer se transforme en la reina del submundo, la guía de las almas y la madre oscura. Tal y como sucede con el ritual de la primera menstruación, quien pasa por él necesita sentir después que su percepción y su vida han cambiado, así que cada mujer debería contar con un ritual diseñado exclusivamente para ella, pero siempre incluyendo las siguientes pautas:

  1. La aceptación del pasado y la pena ante su desaparición.
  2. El descenso final hacia la oscuridad, y la muerte de la vieja percepción.
  3. El despertar a la oscuridad como reina del submundo o madre oscura.
Miranda Gray
"Luna Roja. Los dones del ciclo menstrual"


La imagen es de Gioa Albano
www.albanogioia.com

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